En San Basilio de Palenque, las campanas de la iglesia repican distinto estos días. No es una fiesta patronal ni una procesión, pero en las calles de tierra y entre los tambores hay una sensación de triunfo contenida. Después de años de insistencia, la comunidad que un día escapó de la esclavitud y levantó su propio refugio en medio de la selva está a punto de convertirse en municipio.
El Congreso dio luz verde al proyecto que reconoce su autonomía política. Eso significa que Palenque podrá manejar directamente sus recursos, planear sus obras y decidir su propio rumbo. Es un paso grande para un pueblo pequeño que ha sabido mantener viva su lengua, su música y su forma de vida frente a siglos de olvido. Sin embargo, no todo es celebración. Ser municipio también exige una estructura que aún no existe del todo: presupuesto, funcionarios, burocracia. ¿Podrá Palenque conservar su esencia sin perderse en los laberintos del Estado?
Las dudas conviven con el orgullo. En las plazas y los patios se habla del futuro con una mezcla de esperanza y cautela. Para muchos, este no es solo un trámite legal, sino un acto de justicia histórica. Un recordatorio de que la libertad, en Palenque, no se hereda: se conquista una y otra vez.
