La verdadera prueba de Carlos Camargo

En Colombia es común que las elecciones de altos dignatarios de la justicia se lean como una jugada política. La llegada de Carlos Camargo Assis a la Corte Constitucional no escapó a esa lógica: un pulso entre el Senado, el Gobierno y los actores que desde hace meses mueven fichas en torno a la Corte.

Pero más allá de la novela política, lo que realmente está en juego es cómo Camargo asumirá su papel. ¿Será recordado como el magistrado que cargó con el rótulo de “antipetrista” solo porque el Gobierno no lo quería en la Corte? ¿O logrará ser reconocido como un juez que entendió que la Constitución no se defiende desde trincheras ideológicas, sino desde el equilibrio y la independencia?

El peor error sería entrar al Palacio de Justicia con el ánimo de ajustar cuentas. Convertir las sentencias en un campo de revancha contra el Ejecutivo no solo deslegitima a la Corte, también la vuelve un actor político más, y no un árbitro de última instancia. La justicia, cuando se tiñe de vendetta, pierde su autoridad moral.

La expectativa es otra: que Camargo resista la tentación de complacer a quienes lo eligieron, pero también que desoiga la presión de quienes lo quieren ver como enemigo natural del Gobierno. Su único deber es con la Constitución de 1991, esa carta que, a pesar de las tensiones políticas y las reformas fallidas, sigue siendo el pacto que nos une como sociedad.

La historia de los magistrados en Colombia muestra que algunos se desdibujan en el juego político y otros trascienden porque se plantan con independencia. Camargo ya ganó una elección difícil. Lo que falta por saber es si sabrá ganar el juicio más exigente: el de la historia

 

Por: Laura Cifuentes Barbosa

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