La estafa del concesionario fantasma: más de 200 víctimas engañadas y 7.700 millones perdidos

Lo que parecía un concesionario confiable en el norte de Bogotá terminó siendo la fachada de una de las estafas más grandes de los últimos años. Más de 200 personas confiaron sus ahorros, entregaron sus vehículos y depositaron su confianza, creyendo que estaban haciendo un buen negocio. Nunca recibieron el carro prometido ni el dinero de la supuesta venta. Solo encontraron evasivas, silencio y la amarga certeza de haber sido engañados.

La Fiscalía General de la Nación asegura que este entramado ilegal movió al menos 7.700 millones de pesos. El esquema era simple, pero efectivo: los supuestos vendedores contactaban a ciudadanos por redes sociales, les pedían dejar su carro en el concesionario para “ayudarles a venderlo” y exigían alrededor de un millón de pesos para “activar la negociación”. Pasaban los meses y la compra nunca se concretaba. En muchos casos, los vehículos eran revendidos hasta tres veces con contratos falsos de compraventa. Cuando las víctimas reclamaban, los responsables desaparecían y los teléfonos quedaban apagados.

Tras meses de investigación y seguimiento, el CTI logró capturar a siete personas señaladas de participar en el entramado. Entre ellas está el supuesto articulador, Luis Felipe Rodríguez González, y seis de sus colaboradores: Daniela Alejandra Gómez Vargas, Yireth Patricia Avendaño Vásquez, Jonathan Yesid Hernández, Tania Katherine Galeano Gómez, Ángela Julieth Díaz Delgado y Jonathan Ferney Vergara Vergara. Un fiscal de la Seccional Bogotá les imputó los delitos de estafa agravada en masa, concierto para delinquir y uso de documento falso, cargos que no fueron aceptados. Rodríguez González deberá permanecer en prisión mientras los demás siguen vinculados al proceso.

La investigación permitió recuperar algunos de los vehículos en parqueaderos de Bogotá y Medellín, aunque para muchas víctimas el daño ya está hecho. Perdieron su patrimonio, sus ahorros de años y la confianza en un sistema que debió protegerlos. Una de las afectadas relató: “Era el carro de mis sueños, entregué todo lo que tenía y me quedé sin nada”.

Este caso recuerda que detrás de cada cifra hay familias golpeadas por la desesperanza y que, en Colombia, el sueño de tener carro propio puede convertirse en una trampa millonaria.

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