Colombia enfrenta un panorama económico marcado por contrastes. Aunque algunos indicadores macroeconómicos muestran estabilidad relativa, millones de ciudadanos perciben un aumento constante en el costo de vida, especialmente en alimentos, energía y servicios esenciales. Esta brecha entre las cifras oficiales y la experiencia cotidiana se refleja en la pérdida de poder adquisitivo, que afecta con mayor intensidad a los hogares de menores ingresos y profundiza las desigualdades históricas.
En este contexto, uno de los desafíos más críticos es la informalidad laboral, que limita la capacidad de consumo y genera incertidumbre frente al futuro. Gran parte de la población depende de empleos temporales o ingresos inestables, mientras que las barreras de acceso al crédito, a la educación de calidad y a la inversión productiva dificultan que sectores con potencial puedan contribuir de manera significativa al crecimiento económico. Esta combinación de factores explica por qué la recuperación económica, aunque visible en indicadores generales, no se traduce en bienestar tangible para todos.
Frente a este escenario, resulta imprescindible implementar estrategias integrales que combinen políticas fiscales responsables con estímulos a la inversión, la innovación y la productividad. Además, es necesario fortalecer la educación y la capacitación laboral, facilitar el acceso a mecanismos financieros inclusivos y promover programas que protejan a los sectores más vulnerables, asegurando que los beneficios del crecimiento económico lleguen efectivamente a toda la población.