El Consejo Nacional Electoral cerró un capítulo y abrió otro: le otorgó la personería jurídica al Pacto Histórico, después de que el Partido Comunista, la Unión Patriótica y el Polo Democrático decidieran unirse bajo una sola bandera.
Con esta decisión, tres colectividades que marcaron décadas de la vida política —con historias de luchas, fracturas, persecuciones y resistencias— dejan atrás sus nombres para dar paso a un nuevo partido que, hasta ahora, funcionaba como una alianza electoral. Desde hoy, el Pacto entra al Registro Único de Partidos como una organización con vida propia, reglas claras y una estructura que deberá medirse sola en las elecciones de 2026.
Para algunos, es un paso lógico: la izquierda tenía que ordenar su casa y dejar de operar como un rompecabezas armado a última hora. Para otros, es el fin de sellos históricos que marcaron generaciones. Pero más allá de las lecturas políticas, lo cierto es que este movimiento reacomoda el mapa electoral del país y deja claro que el Pacto Histórico no quiere ser solo un proyecto de gobierno, sino un partido con continuidad.
Ahora empieza la parte compleja: convivir bajo un mismo techo, armonizar viejas militancias, sumar nuevas voces y demostrar que esta fusión es algo más que un trámite ante el CNE.
