La calma de Tunja se rompió la mañana del sábado cuando una volqueta cargada con explosivos fue abandonada frente al Batallón Simón Bolívar, en el barrio Prados de Alcalá. La rápida reacción de las autoridades evitó una tragedia que, según los expertos, habría causado graves daños en una amplia zona de la capital boyacense.
Vecinos del sector alertaron a la Policía sobre la presencia sospechosa del vehículo, lo que permitió activar un operativo inmediato de evacuación y control. Unidades antiexplosivos, drones y personal especializado acordonaron el área mientras se verificaba el contenido del automotor. “Nos salvamos de una carnicería, no faltó nada para que explotara”, relató una residente, aún conmovida por el miedo vivido.
De acuerdo con las primeras investigaciones, el atentado habría tenido como objetivo las instalaciones del Ejército. La volqueta había sido vendida y repintada pocos días antes del ataque, en un intento por evadir los controles. Las autoridades barajan varias hipótesis, entre ellas la posible participación del ELN o de redes del narcotráfico que operan en la región.
El presidente Gustavo Petro condenó el hecho y pidió reforzar la inteligencia militar. “Hay que golpear al narcotráfico donde le duele”, declaró al referirse a los recientes ataques que buscan desestabilizar la seguridad en zonas estratégicas del país.
El gobernador de Boyacá y el alcalde de Tunja anunciaron toque de queda, ley seca y restricción de parrillero mientras avanzan las investigaciones. No se reportaron víctimas fatales, aunque varios uniformados resultaron con heridas leves.
El episodio deja en evidencia que la violencia se extiende incluso hacia territorios considerados seguros. Tunja, que por años fue ejemplo de tranquilidad, enfrenta ahora una nueva realidad: la amenaza del terrorismo ha vuelto a tocar sus puertas.
